El postre que revive la tradición
En Zipaquirá, ciudad de sal y piedra, donde el tiempo parece detenido entre muros coloniales y ecos de historia minera, ocurre un fenómeno mucho más sutil, pero igualmente trascendente. No se trata de una catedral excavada en roca, ni de un desfile turístico. Es algo que sucede en una pequeña pastelería llamada San Valentín, donde una mujer con dos décadas de experiencia transforma ingredientes humildes en obras de arte comestibles.
Su nombre es Rosa María, y en su cocina no hay pretensión, solo maestría. Con 21 años de trayectoria en el oficio pastelero, su mirada transmite la serenidad de quien ha entendido que la verdadera sofisticación no está en lo ostentoso, sino en lo auténtico.
Feijoa: el fruto olvidado que encontró su lugar en la alta pastelería
No es casual que la joya de su repertorio sea una torta hecha a base de feijoa, esa fruta aromática, ácida y vibrante que crece generosa en las tierras templadas de Cundinamarca, pero que rara vez encuentra protagonismo en el mundo de la alta repostería. Rosa María, sin embargo, ha hecho lo impensable: ha elevado la feijoa al rango de ingrediente estrella, y lo ha hecho con inteligencia técnica y sensibilidad estética.
La base es un bizcochuelo clásico, elaborado con precisión quirúrgica utilizando el afamado “Muffin Method”. Esta técnica, tan sencilla como exigente, permite conservar la humedad del bizcocho, a la vez que maximiza la incorporación del sabor natural de la fruta, sin perder aireación ni estructura.
El resultado es una torta etérea, esponjosa, con notas dulces que no empalagan, interrumpidas con elegancia por la acidez de la feijoa, que actúa como contrapunto y firma.
Un detalle que cambia todo: la feijoa marinada
Pero si hay algo que transforma este postre en un manifiesto sensorial, es su decoración minimalista y conceptual: una simple rodaja de feijoa fresca, cuidadosamente marinada en limón y sal. Este gesto, casi imperceptible para el comensal desprevenido, desencadena una cascada de sensaciones.
El cítrico potencia el aroma natural de la fruta. La sal —presente de forma simbólica en la ciudad de la Catedral de Sal— intensifica los sabores, dándole carácter, profundidad y un guiño sutil al territorio.
San Valentín: más que una pastelería, un acto de amor al territorio
La pastelería San Valentín no lleva ese nombre por casualidad. En cada creación hay un acto de amor: a la memoria, al producto local, a la tradición culinaria colombiana. Rosa María no copia recetas foráneas, las reinterpreta desde lo propio. Su cocina es un punto de encuentro entre lo ancestral y lo técnico, entre la tierra y el saber.
No hay vitrinas ostentosas ni decoración extravagante. Todo en San Valentín se enfoca en lo esencial: el sabor como narrador de historias, el postre como vehículo de identidad.
Una visita obligada para paladares viajeros
Para quienes recorren Zipaquirá buscando experiencias auténticas, San Valentín es una parada obligada. No solo por su propuesta única de pastelería artesanal en Zipaquirá, sino por la forma en que rescata ingredientes locales y los eleva a su máxima expresión.
No es simplemente una torta de feijoa: es una metáfora dulce de lo que Colombia puede ofrecer cuando el saber tradicional se encuentra con la sensibilidad contemporánea.
Y para los que aún creen que los grandes momentos gastronómicos solo suceden en las capitales del mundo, basta probar una cucharada de este postre para entender que, a veces, lo extraordinario está escondido en los rincones más inesperados.