Colores que Saben a Tierra
En el altiplano colombiano, donde la historia se entrelaza con la geografía de manera indisoluble, Zipaquirá se alza como un lugar donde el pasado se hace presente a través de sus monumentos, sus tradiciones y sus sabores. En esta ciudad que ha forjado su identidad en torno a la sal —ese mineral que ha tallado su paisaje y moldeado su gente— surge una creación gastronómica que trasciende el acto de comer para convertirse en un relato sensorial: la Bagatela de Colores.
Una torta, muchas historias
La Bagatela de Colores no es un simple postre. Es un viaje con múltiples paradas que invita a los sentidos y al pensamiento a dialogar con el territorio y su gente. Inspirada en la bandera de Zipaquirá, la torta se construye como un símbolo comestible, un puente entre la identidad local y la expresión creativa de la pastelería contemporánea.
Su capa inferior, un bizcochuelo rojo de vainilla, no solo es una base estructural, sino una metáfora. Este rojo vibrante representa la pasión, la energía y el calor humano que caracterizan a sus habitantes. Es el latido ardiente de una comunidad orgullosa, un color que calienta la mirada y el alma.
En contraste, la capa central es un cheesecake elaborado con queso crema y crema de leche, cuya textura cremosa y sabor delicado evocan la pureza y tradición de los productos lácteos de la región. Esta etapa ofrece una pausa suave, una invitación a la contemplación. Aquí se encuentra el corazón lácteo de Zipaquirá, ese vínculo ancestral con la tierra fértil y los saberes campesinos que nutren la gastronomía local.
La parte superior es una gelée de feijoa fresca, que irrumpe con una acidez refrescante y un color verde intenso, símbolo de esperanza y renovación. Esta fruta, no tan conocida fuera de sus regiones de origen, representa la riqueza natural y el potencial que guarda el altiplano. Es un toque de modernidad y vitalidad que equilibra la estructura clásica del postre.
Un sabor que arraiga: la sal y la tierra
Pero la magia de esta torta reside también en sus detalles sutiles y profundamente simbólicos. Entre capas, un caramelo salado elaborado con Sal Vigua, extraída directamente de la Catedral de Sal, agrega una dimensión mineral única. No es simplemente un contraste de sabores; es la esencia del lugar concentrada en un ingrediente. La sal no solo realza, sino que conecta con la historia geológica y cultural de Zipaquirá, uniendo tradición y creatividad.
Como contrapunto crujiente, la torta se corona con habas tostadas y caramelizadas. Estas semillas, símbolo de la agricultura local, no solo aportan textura, sino que rinden homenaje a la labor campesina, a las manos que trabajan la tierra con paciencia y amor. Este toque final completa la experiencia con un recuerdo de rusticidad y autenticidad.
Más allá del paladar: una experiencia integral
Disfrutar la Bagatela de Colores es sumergirse en una experiencia que va más allá del gusto. Es un recorrido emocional que invita a reconocer la riqueza cultural y natural de Zipaquirá. Es la gastronomía como narradora, como memoria viva que se ofrece en cada bocado, que habla de identidad, orgullo y pertenencia.
En un mundo donde la gastronomía tiende a la homogeneización, esta torta emerge como un acto de resistencia local. No se conforma con ser un dulce más: busca ser un símbolo, una reivindicación de sabores propios y un estímulo para valorar lo cercano.