The Brutalist: Un Reflejo de la Postguerra, la Ambición y el Costo del Legado
En The Brutalist, el director Brady Corbet crea una obra que no solo es una reflexión sobre la reconstrucción física y emocional de un hombre, sino también un estudio sobre el precio del poder y el costo inherente a la ambición humana. En este drama sombrío y profundo, seguimos a László Toth (interpretado magistralmente por Adrien Brody), un arquitecto europeo que escapa de las secuelas de la Segunda Guerra Mundial para comenzar de nuevo en los Estados Unidos. Lejos de la Europa devastada y fragmentada, su viaje hacia el futuro no está exento de sacrificios personales y profesionales.
La trama se centra en la llegada de Toth a Pensilvania, donde se encuentra atrapado entre la promesa de una nueva vida, la relación con su esposa Erzsébet (Felicity Jones), y la oportunidad de trabajar para Harrison Lee Van Buren (Guy Pearce), un industrial influyente que reconoce el talento de Toth para la construcción. Sin embargo, como bien sabemos, las promesas de una nueva vida rara vez vienen sin condiciones. Toth se ve enfrentado a un dilema moral y profesional cuando se le presenta la oportunidad de construir un monumento perdurable, pero a un costo que podría destruir todo lo que le queda.
La película se sumerge profundamente en los dilemas existenciales del protagonista, sin escatimar en complejidad emocional. La figura de Toth se presenta como un hombre dividido, con un pie en el pasado y otro en un futuro incierto, luchando por encontrar su lugar en un mundo que ya no es el que conocía. Corbet, quien coescribe el guion junto a Mona Fastvold, no teme en presentar una narrativa cargada de tensión, donde el protagonista se enfrenta a sus propios demonios, no solo los derivados de la guerra, sino también los que surgen de su necesidad de ser reconocido y de construir algo que trascienda.
Uno de los logros más impresionantes de la película es la extraordinaria dirección de fotografía, que no solo resalta los paisajes desolados de la postguerra, sino que también captura el agobio emocional que atraviesa Toth. El trabajo visual, que le valió varios premios, es sombrío y estilizado, pero también tiene una calidad visceral que transmite el peso del tiempo y las decisiones difíciles que el protagonista debe tomar. La atmósfera opresiva está igualmente complementada por una banda sonora evocadora que, junto a la fotografía, crea un ambiente de desesperanza y lucha constante por encontrar redención en un mundo que ya no parece tener lugar para los que han perdido todo.
En cuanto a las actuaciones, Adrien Brody ofrece una de sus interpretaciones más destacadas, sumergiéndose completamente en la complejidad de su personaje. El dolor, la determinación y la vulnerabilidad que irradia en cada escena hacen de su interpretación algo inolvidable, lo que le ha valido el reconocimiento internacional, incluyendo premios como el Oscar a Mejor Actor, el Critics Choice y varios Globos de Oro. Felicity Jones, aunque menos presente, brinda una actuación cálida y cautivadora como Erzsébet, la esposa de Toth, cuya lealtad se ve puesta a prueba a medida que el viaje de su marido avanza.
El giro que The Brutalist ofrece no solo es estético, sino también filosófico: ¿es posible reconstruir la vida después de perderlo todo, o estamos condenados a vivir con los escombros de nuestras decisiones? La historia se convierte en una alegoría sobre la arquitectura, el simbolismo de erigir estructuras que, aunque imponentes, ocultan las grietas y fracturas de quienes las crean.
El legado es otro tema central de la película. Mientras Toth lucha por crear una huella imborrable en la historia, se ve obligado a confrontar las implicaciones de ese deseo: la traición de aquellos que más ama y la posible destrucción de lo que más valora. La relación de Toth con Van Buren, un hombre cuya sed de poder está tan entrelazada con su ego, es un ejemplo palpable de cómo la búsqueda del reconocimiento puede llevar a la traición y la deshumanización. Aquí, el director deja claro que la construcción, ya sea de una persona o de una estructura, nunca es un proceso limpio ni exento de sacrificios.
The Brutalist es una obra madura y compleja, que expone la lucha entre la reconstrucción y la destrucción, no solo de edificios, sino de seres humanos. Un drama profundo y oscuro que examina la arquitectura de la ambición humana, el precio de la creatividad y los sacrificios personales involucrados en la creación de algo que perdure. La película no ofrece respuestas fáciles, sino que invita al espectador a reflexionar sobre las sombras del pasado y la naturaleza de las decisiones que damos por sentadas.
Con la calidad de su dirección, la excelencia de las interpretaciones y su enfoque único hacia la reconstrucción y la redención, The Brutalist se posiciona como una de las películas más impactantes y filosóficamente enriquecedoras del cine contemporáneo, confirmando la brillantez de Brady Corbet como director.
Puntuación: 9/10