Alta repostería sin azúcar con alma familiar
Ubicación :Cl. 77a #13A – 10
En el corazón de Bogotá, justo frente a la Universidad La Salle College, se esconde un espacio que parece más una galería de arte comestible que una cafetería tradicional. Allí, en silencio, cada mañana se alistan para hornear y montar piezas con la precisión de relojeros suizos y el cariño de una historia familiar profundamente arraigada. Se trata de una repostería francesa artesanal, donde cada dulce brilla como una joya… y donde el verdadero tesoro está detrás del mostrador.
Una historia que comienza en casa, con una madre, un hermano y una decisión de amor
Esta historia no nace en una escuela culinaria, sino en una cocina de hogar. Cuando el hermano menor de Adriana comenzó a sufrir fuertes migrañas, el diagnóstico fue claro: debía eliminar el azúcar de su dieta. Frente a ese cambio, su madre —una mujer creativa, emprendedora y determinada— no solo lo apoyó, sino que transformó toda la dinámica familiar. Dejaron de consumir azúcar por completo. En su lugar, ella comenzó a preparar brownies con panela, adaptando recetas con cariño e ingenio para que él también pudiera disfrutar.
Ahí nació la semilla. No solo de una alternativa más saludable, sino de una tradición pastelera que unía sabor, salud y amor familiar.
Adriana, por entonces una joven ingeniera ambiental, creció viendo a su madre hornear con intuición y entrega. Juntas, comenzaron a soñar con llevar ese espíritu al mundo. Primero, montaron un pequeño negocio de pastelería tradicional, donde los clientes no solo compraban postres tradicionales colombianos: volvían, recomendaban, y preguntaban por los postres de “la mamá que hacían las cosas diferente”.
El salto a lo profesional: Buenos Aires, mousse y frutas colombianas
Pero Adriana quería más. La técnica, la precisión, la alta repostería francesa la llamaban. Decidió entonces estudiar formalmente en EILAT, una destacada escuela de pastelería en Buenos Aires, donde vivió durante dos años intensos. Allí se enamoró de la mousse, de sus texturas etéreas, y comenzó a imaginar combinaciones que cruzaran esa estructura clásica francesa con los sabores vibrantes de Colombia: gulupa, guanábana, maracuyá, uchuva, y más.
No fue solo formación: también trabajó en cafeterías y restaurantes, ganando experiencia real, puliendo su instinto y afinando su estética.
Regresó a Bogotá con una visión clara: crear una repostería donde lo francés y lo colombiano conversaran con respeto, belleza y sabor. Y lo más valioso: hacerlo de la mano de su madre.
Madre e hija y una familia , lado a lado: un equipo que hornea con historia
Hoy, cada mañana, Adriana y su madre se ponen la filipina juntas, abren la pequeña vitrina frente a La Salle, y comienzan a dar forma a sus creaciones con una sincronía que solo se construye con años de complicidad y trabajo compartido.
Una mezcla de generaciones, técnica e intuición. Adriana pone el rigor, la técnica francesa, la creatividad visual. Su madre, la experiencia, el corazón, el toque sabio que no se enseña en ninguna escuela.
Lo que han creado no es solo una repostería: es una joyería pastelera, donde cada pieza parece esculpida a mano, y cada sabor tiene alma.
Postres que hablan con acento colombiano y elegancia francesa
En mi visita, comencé con un entremet de té verde (no matcha): una mousse de textura impecable, sabor limpio, elegante, ligeramente herbal, perfectamente equilibrada. Luego, unos waffles de yuca, crocantes y suaves, que reinterpretan lo local desde lo gourmet.
Y finalmente, la joya: Magnolia Rouge.
Una sinfonía en capas:
- Mousse de chocolate al 53%
- Gelée de frambuesa y mora
- Base húmeda de chocolate
- Baño crocante de almendra
Cada componente está perfectamente ejecutado, cada textura pensada, cada contraste medido. Es un postre que no solo se come: se contempla, se siente, se recuerda.
Un rincón que eleva la repostería a un acto de amor
Este no es un negocio más. Es la historia de una familia que convirtió la adversidad en oportunidad, que unió generaciones, saberes y pasiones para ofrecer un producto que no solo es delicioso, sino significativo.
En una ciudad donde abundan los cafés de moda, esta pequeña repostería frente a La Salle se distingue por su autenticidad, su técnica y su alma. Es un espacio donde el sabor tiene historia, donde madre e hija trabajan juntas, todos los días, hombro a hombro, construyendo belleza a través del dulce.
Visitar este lugar no es solo un gusto. Es un privilegio.