PPC Cocina que Honra y Renueva
En un país donde la tradición culinaria puede caer fácilmente en la comodidad de la repetición, PPC representa un gesto consciente de renovación. No se trata de nostalgia ni de modernidad por la modernidad misma: se trata de cocinar desde el territorio, de entender los ingredientes no solo como insumos, sino como vehículos de memoria, identidad y diálogo.
PPC nace de una historia local, profundamente arraigada en la cultura popular colombiana. Pero lo verdaderamente notable es que no se refugia en esa historia como si fuera un museo. La transforma. La interpreta. La reescribe con criterio. Su cocina no es solo tradicional, es evolutiva. Y eso —en el panorama gastronómico colombiano— es una declaración de principios.
Una pizza que cruza océanos y retorna al origen
La pizza artesanal de PPC no es una mera importación italiana. Es una reinterpretación. La masa, delgada y crocante, es el primer manifiesto técnico: precisión en la fermentación, cocción exacta, textura que resiste sin romper. Pero lo que sucede sobre esa base es una conversación entre mundos.
La salsa de tomate no es genérica: está hecha a fuego lento, con tomates rojos de temporada, lo que permite un dulzor natural y un fondo de acidez equilibrado. El queso mozzarella se funde sin saturar, y luego entran los vegetales —pimientos, champiñones, cebolla morada marinada— que no decoran: construyen capas de sabor fresco, herbáceo, casi balsámico.
Lo fascinante ocurre cuando aparece la otra mitad: bondiola jugosa, cocida a baja temperatura, con chicharrón crocante que estalla en cada bocado. Aquí, la pizza deja de ser un clásico italiano y se convierte en un manifiesto de colombianidad. Una fusión sin pretensión, pero con dirección. Una mezcla honesta. Nada sobra. Nada está puesto solo por moda. Todo responde a un propósito.
La chuleta valluna: de la fonda a la cocina consciente
Hablar de chuleta valluna en Colombia es casi un acto de fe. Y PPC lo entiende. Por eso no juega con el plato: lo respeta, pero lo refina.
El empanizado es liviano, no aceitoso, con un dorado que recuerda el maíz tostado, y una textura que cruje sin volverse quebradiza. La carne no es un corte cualquiera: es seleccionada, trabajada para mantener su jugosidad sin perder firmeza. El acompañamiento —arroz blanco, plátano maduro y ensalada— podría parecer convencional, pero se nota una ejecución meticulosa: el arroz suelto y aromático, el plátano caramelizado sin empalagar, la ensalada crujiente y fresca. Este plato no grita; susurra con claridad y contundencia.
ChulePork BBQ: lenguaje urbano, raíz rural
La hamburguesa ChulePork BBQ podría haber sido un intento fácil de atraer al público joven. Pero PPC no toma atajos. Aquí hay técnica y concepto. La carne de cerdo desmechada está cocida con paciencia, marinada en una salsa barbacoa que logra el equilibrio exacto entre dulce, ahumado y especiado. El pan, artesanal, es suave pero resistente. El chicharrón —nuevamente presente— no es decorativo: es un componente esencial de textura, de identidad, de contraste. Cada elemento está calibrado. Nada satura. Hay riesgo y hay control.
PPC no es solo un restaurante. Es una mirada sobre Colombia. Una cocina que se permite crecer sin desdibujarse. Que entiende el pasado, habita el presente y se proyecta al futuro. No hay aquí fuegos artificiales ni ingredientes importados para impresionar. Hay técnica. Hay criterio. Hay una comprensión profunda de lo que significa cocinar desde el origen, pero con la cabeza en el siglo XXI.
Es un lugar para quienes valoran el sabor, pero también el sentido. Para quienes saben que la gastronomía no solo alimenta: narra, conmueve, representa.